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jueves, 5 de marzo de 2015

La declaración ante el Jurado

Miércoles, ya iban tres días largos de audiencias y más audiencias. Verdaderamente todo parecía no tener fin o por lo menos la agonía duraría todavía mucho. Algunos no tenían forma más de sentarse, cansados, nerviosos, sorprendidos, asustados, y los que más sufrían eran lógicamente los acusados. 
El juez no estaba en línea, y por el contrario, parecía que había adoptado una posición bastante firme en cuanto a su forma de encarar cada caso, o por lo menos éste en particular. Parecía que miraba fijamente a los presentes, pero sin embargo todos creían que estaba durmiendo con los ojos semi abiertos, o bien, dormitando cada dos o tres minutos, luego de una pasa corta. Si los ojos no los tenía totalmente abiertos, sí la boca, y su respiración era gruesa. Así cuando un testigo dejaba de hablar, se escuchaba perfectamente la aspiración profunda, lenta y gruesa, que daba mucho miedo. 
Entre el público, muchas mujeres como también jóvenes estudiantes de Derecho, periodistas que tomaban notas de lo que podían, uno o dos dibujantes que pronto se durmieron, y varios agentes de la policía, entre otros. Muy pocos abogados interesados en el juicio, dado que no tenía mayor relevancia. 
Pasaban las horas, el calor también presente acuciaba en forma feroz a todos los asistentes. Faltaba nada más que alguno grite de histeria ante la alta temperatura, pero no pasó, si bien las muchachas que acompañaban a algunos de los declarantes también elevaban la temperatura del ambiente. El juez se reposicionaba rápidamente en su silla cuando venía que alguna de estas exuberantes damas ingresaba por la enorme puerta de la sala de audiencias, por lo que todos tomaban conocimiento que no estaba realmente en estado de adormecimiento como pensaban, pero sin embargo, al momento el juez entraba en estado de ensoñación o similar, pues como que se acomodaba en su silla, casi levantando la cabeza un poco más de lo normal y abriendo la boca también mucho más de normal, casi como cayéndosele las salivas, y pareciera que divagaba, a lo que muchos profesionales sabían que efectivamente el citado juzgador, de alguna juerga estaba rememorando, pues conocido en el ámbito era por su apetencias por los placeres carnales incontrolables. 
Dos horas antes del atardecer recayó sentencia, y tal cual vestimenta de la más joven adolescente que nada teme ante el amor ferviente de un joven enamorado, cayó el peso de la ley sobre los acusados y fueron inmediatamente llevados a la cárcel.


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