Desde hacía dos meses que la agencia no otorgaba ningún tipo de licencia a sus dependientes, por lo que todos, en igualdad de condiciones, estaban prácticamente como presos en las mismas oficinas, horas tras horas. El salario era muy bueno y las gratificaciones por estas horas extraordinarias mucho más, por lo que ningún quejido se escuchaba.
Más bien eran los de fuera los que protestaban. Hijos, padres, esposos, esposas, tíos, abuelos, amigos, y hasta el perro, se sentían hasta ofendidos por la esclavitud a la que se les sometía a los trabajadores en esas oficinas. En fin, cada año resultaba exactamente lo mismo y muchos ya se habían acostumbrado.
Pero ella no. Tenía muchas dudas. No se sentía cómoda en la gran vivienda que se habían comprado no hace más de unos meses atrás, y realmente el espacio sobrante se mostraba como una gran enemigo, imposible de vencer.
Pero más fuertes eran sus pensamientos. Terribles ideas le afloraban de todas partes. Miraba la televisión un rato, pero las imágenes pareciera que le mostraban únicamente lo que no quería ver. Se sentaba a leer un libro, y terminaba quemando la literatura obscena que entre líneas saltaban a montones de esas letras muy sensuales que le calaban en su interior.
Caminaba por la casa. Se pasaba horas dando pasos de aquí para allá. Las horas parecían interminables. No dormía.
S
alía al pueblo a visitar al médico, a buscar insumos en el mercado y distraerse un poco. Muchos se cruzaban con ella y le felicitaban por su embarazo.
Pero todo ello era peor. Creía que las personas hablaban a sus espaldas. Sentía que todos la miraban y se reían de ella. No podía seguir así. Levantó el tubo del teléfono e hizo lo que le estaba totalmente prohibido. Llamó a su marido. Hacían 6 meses que se casaron y temía por su matrimonio. Le acosaban pensamientos negativos, de lujuria y engaño por parte de su esposo que estaba lejos, y ya más de 60 días incomunicado en esas oficinas que no cerraban y en las que hermosas mujeres también trabajaban. Esta desesperada.
Una vez sonó, dos tonos, tres, cuatro, cinco... hasta que nadie atendió el teléfono. Cómo podría ser posible que nadie atienda, cuando que todos supuestamente estaban allí trabajando. Qué pasa.
La ansiedad era imposible de soportar. No duraría un día más.
Arrancó el BMW, y viajó incesantemente hasta llegar a las dependencias de la empresa. Pidió en la guardia para ingresar y esperó allí varios minutos. El guardia le advirtió que sería imposible hablar con nadie, pero que intentaría ubicar a su esposo, dada la urgencia.
Espero, espero, y veinte minutos después, apareció el mismo guardia con una sonrisa en la cara. Eso realmente desconcertó a la visitante.
Le inquirió rápidamente, ¿qué pasa?
Con alegría de haber escuchado dos horas de una comedia super divertida, el guardia asomó la cabeza y en voz resonante dijo que realmente le sorprendió la habilidad de la mujer para engañarlo.
Ella no entendió de lo que hablaba el hombre. Le volvió a reclamar sobre su visita y él respondió ya mucho más serio que allí no se encontraba ningún hombre con ese nombre y apellido, que no existía tal funcionario y que si eso era una broma, pues se trataba de algo de muy mal gusto, y que ya mismo se retire del lugar, antes que llame a la policía.
Ella, sacó los pies afuera de las casillas, luego se movió lentamente por el pasillo, y en menos de lo que pensó estaba fuera de las oficinas, en la calle. Llovía un poco.
Pensó, pensó, y pensó.
Ese hombre la embarazó y la abandonó...
♥ Blogomagico
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